June 10, 2009

Grandir

Quizá a muchos les pase lo que a mi. Me cuesta saber cuándo es momento de cambiar y, o me quedo quieta más de la cuenta (¿saben cuántos años me quedé trabajando en UDEM?) o me muevo demasiado rápido.

Afortunadamente tengo una hija que siempre me avisa que es momento de cambiar y no acepta un no por respuesta, a menos que esté dispuesta a soportar uno que otro berrinche. 

Cuando teníamos coche, lloró y lloró hasta que nos dimos cuenta que ya no quería el asiento de seguridad de bebé, sino que debíamos pasarla a la silla vertical. Según nosotros le quedaba muy grande todavía, pero ella no pensaba lo mismo. Los llantos cesaron y pudimos movernos en relativa paz. 

Sin saber muy bien si estábamos haciendo lo correcto, la pasamos a una cama individual cuando los golpes en la cuna durante la noche nos hicieron ver que el espacio le quedaba pequeño. 

Desde hace días cuando regresábamos de la guardería, me señalaba la silla del autobús y me decía "ki ¿si?" como tratando de convencerme de sacarla de su carreola para sentarla como niña grande en el asiento contiguo al mío. Hasta ahora había funcionado el retraso con el muy mexicano "luego Michelle" o "al rato, porque ya nos vamos a bajar". 

Ya habíamos probado esta experiencia en alguna salida de domingo pero siempre regresábamos a la carreola porque es más rápido y práctico. Hoy decidí dejarla crecer. 

Salmos de casa caminando, tomamos el metro y luego el autobús bajo la condición de no pararse en la silla y no soltar de la mano a mamá cuando caminamos por la acera.  

El experimento resultó bien. Si tenía alguna duda se disipó al ver su cara de satisfacción cuando llegamos a la guardería y su educadora le dijo al ver que llegaba de mi mano "tu est une grande fille, Michelle" y vi su cara de satisfacción. 

Otra batalla perdida. 

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