March 22, 2010

Parteaguas

Atestiguar el crecimiento de los hijos es una de las cosas más maravillosas y aterradoras que existen.

Mi ausencia en este blog en las últimas semanas se debe justamente al enfrentamiento (no se le puede llamar de otra forma) final de una batalla largamente librada: El potty-training. 

Fase 1. Michelle de 2 años. Sus novatos padres le regalaron un bañito, un libro y un video de Elmo para que se fuera familiarizando con el proceso.
Fase 2.  Acceso semi-restringido. La resignada madre permite la entrada de Michelle en el único refugio que le quedaba (el baño) con la esperanza de que no se asustara del proceso. 
Fase 3. Presión social. Las maestras hacen bloqueo, mandan pancartas y ya de plano se plantan frente a los padres para que enseñen a Michelle porque "muestra muchas señales de que está lista". Los padres culpan al libro de potty-training que se fletaron y a raíz del cual se iniciaron las fases 1 y 2. 
Fase 4. Fin de semana de lavada y encerrona. La madre se da cuenta de que los malditos libros con sus ideas solo sirven para que las Mademoiselles mini-virgonianitas saquen a pasear sus obsesiones. La Michelle se siente dueña del baño y cree que es autosuficiente para desarrollar todas las tareas que corresponde. Los padres sufren. 
Fase 5. Cero accidentes. La misión se cumplió y ahora solo hay accidentes ocasionales.

La Mademoiselle está dejando de ser una bebé para entrar de lleno y apuradita en los terrenos de la infancia. ahora sí como decía la Tia Lola, "¡Que Dios nos agarre confesados!".

No lo van a creer pero después de tan ardua labor extraño el pañal y la tranquilidad que me brindaba. Con él no tenía que dejar lo que estaba haciendo para correr como animal despavorido al baño mientras escucho de fondo un angustiado "¡pipí, pipí, pipí!!". Con el bendito pañal no había que preocuparse por ver cuántos cambios de ropa están en casa y cuántos en la guardería, cuál es el calzón que mejor le queda (¿¿por qué hacen bikinis para los niños pequeños?? ni que fueran a lucir cuerpo, digo yo), no había que agregar en tu rutina de salida el tiempo necesario para que la Mademoiselle haga su parada en el baño, ni teníamos que sentarnos en el lugar estratégico cerca de los baños en un lugar público. 
 
Por eso estoy completamente de acuerdo con una amiga que me dijo que el potty-training era de lo más terrible ya que el entrenamiento no se completa nunca. Viéndolo así habrá que echarle ganas para llegar a los 70 y volver a tener pretexto de usar pañal.    

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