January 22, 2009

Una hora de luz

Nunca había entendido la frase esa de "si no te tapas se te van a caer las orejas por el frío". 

Cuando la escuchaba de niña me imaginaba dejando una oreja en el buró -a lo Van Gogh-, o bien caminando por la calle dejando pedazos de oreja como Hansel y Gretel migajas de pan. Debo admitir que no terminaba de creer mucho en la aseveración, pero la tía Lola (esa tía abuela que era a mucha honra "señorita de las de antes" y poseedora de la sabiduría familiar de varias generaciones) me la repetía cada invierno regio con tanta seguridad que terminé no sólo por creerle, sino por repetirla al marido quien me sigue viendo con los mismos ojos de incredulidad con los que yo veía a la tía Lola. 

La anécdota viene al caso -o no, depende de cómo se mire-, porque jamás había experimentado un frío como el que hace aquí. Podemos estar a -2 y nevando y me puedo morir del calor, o puedo estar a -10 y tener el mismo calor o morirme del frío. En este poco tiempo me he dado cuenta que el frío no tiene relación con la nieve o el termómetro, sino con el viento y su fuerza. 

Mis parámetros acerca de lo que considero frío han cambiado de manera radical. Es cierto que en regiolandia estábamos a 0 y nos moríamos, pero tampoco estábamos preparados para soportar esas "bajas" temperaturas así que nos pegaba lo doble. Una vez oí decir a una amiga canadiense que nunca había tenido más frío en toda su vida como en Monterrey porque no hay manera de calentar una casa, y en cierto modo tiene razón. 

Es así como los esquemas se van moviendo a lo que es mi nueva "normalidad", esa que me sorprendió un día de noviembre cuando oscureció a las 4 de la tarde. Por eso agradezco ahora, en los días de más frío del año, que tengamos una hora más de sol. Esa mágica hora me permite sentir que puedo hacer vueltas con Michelle cuando la recojo de la guardería, que puedo tomar más fotos y que estoy menos tiempo encerrada en casa (aunque sea una ilusión). Esa hora me dice cuánto mi actividad cotidiana ha estado -y sigue estando- ligada al sol. 

1 comment:

Poyo Garza said...

Uy, deja tú y eso que no contaste de cuando llega a nevar en Monterrey, esas sí se vuelven anécdotas que contarle al mundo entero.
Me acuerdo de una vez que la nieve subio como 5 cm en Monclova y todo el mundo traía monitos arriba del toldo del coche, me pregunto cuántos monos de nieve llevas ya...

Muy bueno tu post pasado, y vaya que las Cindys se multiplican como con fotosíntesis...

Un abrazo!